Neptuno está sufriendo un profundo cambio climático durante los últimos años, que lo ha llevado a un enfriamiento sorprendente.
Nuestro planeta vecino del Sistema Solar lleva diecisiete años comportándose de una forma muy extraña, y es que se está enfriando en lugar de calentarse como sería de esperar. Los investigadores no se explican la causa.
Los detalles del sorprendente cambio
En un estudio publicado en The Planetary Science Journal por científicos del ESO, se ha señalado que la temperatura media de Neptuno ha descendido 8 grados Celsius entre los años 2003 y 2018. Aunque estos 8 grados pueden parecer una insignificancia, no es así, ya que se trata de una evolución muy brusca para un planeta. En la Tierra, un simple cambio de un grado ya supondría graves consecuencias climáticas y medioambientales.
El hemisferio sur de Neptuno entró en una fase cálida en 2005. Estamos hablando de estaciones que duran unos 40 años; esto va en relación con el año neptuniano, que equivale a 165 de la Tierra. Sin embargo, sorprendentemente, Neptuno no se ha calentado, sino que se enfrió 11 grados Celsius entre los años 2018 y 2020. Estas fluctuaciones son sorprendentes.
Dificultades para realizar las mediciones
No es sencillo medir los cambios de temperatura de Neptuno. Se trata de un planeta muy frío, con una temperatura media de -220 grados Celsius. La última sonda en pasar cerca de él fue la Voyager 2, en 1989. Los cambios de temperatura del planeta se monitorizan desde la Tierra, gracias a VISIR, que es un espectrómetro de infrarrojos del Telescopio Muy Grande, en el Observatorio Europeo del Sur del desierto de Atacama, en Chile.
Los investigadores desconocen los motivos de este cambio climático. Si tenemos en cuenta la distancia que separa a Neptuno del Sol, comprenderemos que el calor que recibe de éste es equivalente al que irradian sus propios procesos geotérmicos.
Es posible que la bajada de temperaturas se deba a una alteración en esos procesos geotérmicos. Otra de las sospechas apunta a una variación en la energía que recibe del Sol; también se baraja la posibilidad de un cambio en la composición química de su estratosfera.
Los astrónomos tienen sus esperanzas puestas en el funcionamiento el Telescopio Extremadamente grande (ELT), cuya construcción estará finalizada en 2024.