Las curiosidades que envuelven a Mercurio van mucho más allá de las imaginables y, a día de hoy, todavía presenta muchas incógnitas.
Mercurio es el planeta de nuestro Sistema Solar más cercano al Sol y, por tanto, con temperaturas en apariencia más extremas e incompatibles con el desarrollo de la vida.
Quizás, por eso se ha convertido un poco en la Cenicienta del interés de nuestros científicos, embrujados muchos más por el halo de misterio y de magnificencia que envuelve a otros cuerpos celestes cercanos.
Sus medidas básicas
Pero bueno, analicemos un poco a Mercurio y nos daremos cuenta que no es tan discreto como pueda parecer. Para empezar podemos señalar que se trata del planeta más pequeño de nuestro Sistema Solar. Carente de satélites naturales, tiene un diámetro de 4879,4 km., una masa de 3.3010 x 1023 kg. y un volumen de 60.827.208.742 km3.
Dicho en otras palabras: Mercurio es aproximadamente del tamaño de nuestra Luna, pero mucho más denso, concretamente es el planeta con mayor densidad después de la Tierra.
Temperaturas no humanas
Al tratarse del planeta más cercano al Sol, es fácil intuir que en su superficie las temperaturas sean extremas, oscilando entre los -173º centígrados, en las partes no iluminadas por el Sol, y los 427º centígrados, en las zonas iluminadas.
Apenas le separa del astro rey una distancia media de 58 millones de km, a pesar de que esta medición varia ostensiblemente a lo largo de su órbita por ser ésta muy inclinada y elíptica. Como es natural, bajo estas circunstancias es prácticamente imposible que en Mercurio existan o hayan existido signos de vida, por lo menos bajo los patrones y esquemas en que la conocemos.
La peculiaridad de sus movimientos
Cabe mencionar que, durante mucho tiempo, se pensó que Mercurio no tenía movimiento de rotación sideral y que, por tanto, siempre mostraba la misma cara al Sol. Sin embargo, en 1965 se comprobó que no era así y que, a pesar de hacerlo de forma muy lenta, el planeta da una vuelta sobre su eje cada 58,646 días terrestres, que contrastan con los 88 días terrestres que tarda en describir una órbita alrededor del Sol.
Todo esto supone que Mercurio gira tres veces sobre sí mismo durante el tiempo que tarda en dar dos vueltas en torno al Sol, lo que provoca en el cielo del planeta un fenómeno extraño y espectacular: en cielo de Mercurio el Sol amanece con gran tamaño (aproximadamente el triple que el de la Tierra) para luego retroceder y amanecer por segunda vez consecutiva, antes de proseguir su camino hacia el ocaso. Durante este recorrido, la esfera luminosa va disminuyendo paulatinamente su diámetro.
Una atmósfera que no es tal
Mercurio apenas tiene atmósfera. En realidad se trata de una fina capa de exosfera compuesta fundamentalmente por oxígeno, sodio, helio, hidrógeno y potasio.
Su origen se debe al efecto de los átomos despegados de la superficie del planeta y al impacto de los micrometeoritos, ya que las temperaturas extremas de Mercurio provocan que los átomos se escapen con facilidad hacia el espacio.
Una roca casi inerte
Al igual que los restantes planetas interiores del Sistema Solar, Mercurio es una masa sólida y rocosa, inactiva geofísicamente con seguridad desde hace millones de años.
Su superficie está repleta de cráteres que son el resultado del impacto de meteoritos y cometas, siendo algunos de estos cráteres de gran tamaño, como es el caso de Caloris, con 1.550 km de diámetro, y de Rachmaninoff, con 306 km de diámetro.

Por supuesto, también encontramos terrenos lisos y escarpados, así como acantilados que se extienden por varios centenares de kilómetros y que tienen hasta 2.000 metros de altura. El origen de todas estas crestas sigue siendo un misterio a día de hoy, pues mientras unos científicos afirman que son de naturaleza tectónica otros contrarrestan que se formaron por los flujos volcánicos que surgieron de las fracturas.
Según se sabe, el núcleo de Mercurio es muy grande con respecto al tamaño del planeta, ya que tiene un radio de 2.000 km, y está compuesto de hierro, al menos parcialmente fundido. Por otra parte, la capa exterior que envuelve al núcleo apenas tiene 400 kilómetros de espesor.
¡Quiero verlo!
Mercurio es visible a simple vista. Basta con observar al horizonte poco antes de la salida de Sol o poco después de la puesta, según se trate de uno u otro momento del año.
Al pasar entre la Tierra y el Sol, podemos observar nítidamente su movimiento de traslación, simbolizado en una pequeña bolita que recorre rápidamente el disco solar, en un fenómeno al que se le conoce como tránsito.
Precisamente, debido a su gran movilidad en nuestros cielos, los romanos le dieron el nombre del mensajero de los dioses.