La anorexia nerviosa, por desgracia, es una de las enfermedades de nuestros días, pero ha dejado un gran reguero de dolor a lo largo de la historia.
En muchos textos históricos no se suele narrar la vida de Catalina de Siena (1347 – 1380), una famosa patrona de Europa, que tuvo un gran influjo en la política eclesial católica.
La suya fue una historia documentada sobre una mujer que debió padecer anorexia nerviosa, enfermedad que empezó a manifestársele a los 13 años de edad.
Ya por aquel entonces, sólo comía alimentos vegetarianos, se alimentaba cada vez menos y vomitaba todo lo que entraba en su cuerpo. Sus padres estaban desesperados y no conseguían hacer que entrase en razón. Incluso veían cómo se autolesionaba, plagada de un misticismo eclesiástico muy común en la época.
Finalmente, Catalina murió, a los 33 años, en un estado caquéctico.
Una enfermedad con demasiada historia
La anorexia nerviosa no es sólo una enfermedad de nuestros tiempos. Ya en la Edad Media se detallaban síntomas similares en mujeres, aunque se asociaban a ayunos voluntarios y radicales, guiados por motivaciones religiosas. Muchas de estas mujeres eran consideradas como santas, alimentadas por la gracia de Dios.
La transformación del concepto de anorexia mirabilis (en latín, mirabilis se traduce por «milagrosa») en anorexia nerviosa se produjo en 1873, gracias a las descripciones del inglés Sir William Gull y del francés Ernest – Charles Lasègue. Ellos definieron una enfermedad a la que se atribuían unas causas psíquicas, pero cuyos orígenes se mostraban muy inciertos.
El estudio que intentó cambiarlo todo
En 1944, un nutricionista, Ancel Keys, al frente de un equipo de la Universidad de Minnesota, llevó a cabo un estudio basado en el ayuno de 36 objetores de conciencia estadounidenses. Se trataba de investigar cómo combatir la hambruna provocada por la II Guerra Mundial, y los objetores de conciencia se habían ofrecido voluntarios.
Por supuesto, hoy en día, ningún comité científico aprobaría un experimento de estas características, máxime porque se exigió a los voluntarios que se sometiesen a un intenso rendimiento deportivo, y tenían muy tasada la ingesta de calorías, además de prohibida la de carne.
No tardaron en comenzar a sentir los primeros síntomas similares a los de la anorexia nerviosa, tales como apatía, sensación de vacío, libido decreciente y obsesión con la comida. Hubo estados compulsivos y trastornos depresivos.
La interpretación de los resultados
A pesar de las conclusiones de este estudio, la relevancia del ayuno, en los síntomas de la anorexia nerviosa, fue menospreciada. Los psicólogos y psiquiatras pensaban que había que buscar los motivos en las relaciones que la paciente adolescente (un 90% de los pacientes eran mujeres) tenían con sus progenitores, convirtiéndose estas adolescentes en una especie de «pantalla» de los problemas familiares.
Desde entonces, muchas madres y padres han desarrollado un fuerte sentimiento de culpa ante la enfermedad de su hija, cuestionándose cada paso que han dado y en qué punto de la educación pudieron cometer un error.
Es mucho el camino que queda por recorrer en la investigación de esta grave enfermedad, pero los investigadores mantienen la esperanza de hallar las causas concretas que la originan.